domingo, 10 de marzo de 2019


DÍA DE LA MUJER 2019

La deuda interna de las mujeres


Por Marilen Stengel*

Si las mujeres queremos que las cosas cambien para nosotras en el mundo de las organizaciones, en el de la política y en el extra doméstico en general, necesitamos en forma urgente que más de nosotras hagamos algo diferente. Algo que no tenemos que pedirle a nadie más que haga en nuestro lugar.

En principio, necesitamos dejar de decir “a mí no me discriminación por ser mujer para ascender en mi trabajo”, “yo nunca viví ninguna situación diferente a la que viven los varones”, “yo no veo discriminación hacia nuestro género”, como si la experiencia personal constituyera, por si sola, todas las experiencias. En la Argentina la brecha salarial entre varones y mujeres es del 23% (en el mejor de los casos) pero en contextos agrícolas llega al 50%, los períodos para ascensos son más extensos para mujeres que para varones (tanto en el ámbito público como privado), y esto lo dicen las estadísticas oficiales, no es una opinión.

Necesitamos dejar de vivir y pensar dentro de un paradigma de la escasez, es decir creer que como hay menos puestos para nosotras, cada una debe declarar una guerra sucia contra la “competidora” para lograr esa posición que le interesa. Porque en la guerra sucia cualquier estrategia es válida, incluso la calumnia, la humillación o lisa y llanamente el boicot. Cuando compito de esta manera, solo dejo a colegas heridas en el camino, colegas que jamás querrán colaborar otra vez conmigo. Asimismo, y no es un detalle menor, cuando hago esto contribuyo a generar una cultura en la que las mujeres infligimos estas acciones sobre otras personas, independientemente de su género. Y si seguimos institucionalizando estas actitudes, no solo estaremos haciendo más de lo mismo, algo que no cambia un paradigma que también hiere y lastima hoy a los varones, sino que promoveremos contextos en los que competir es más importante que colaborar. Todos los que formamos parte o trabajamos en organizaciones de cualquier tipo sabemos perfectamente cómo termina esto: todos perdiendo y con objetivos sin cumplir.

Necesitamos dejar de mirar a las mujeres en edad de procrear como potenciales costos, como futuros próximos de incomodidad cuando se embaracen y tengan licencia por maternidad y suframos un desorden en el equipo porque ellas ya no estarán allí para producir aquello para lo cual las contratamos. Una mujer no es un conejo, ¿cuántas veces va a embarazarse? Por el otro lado, ¿cuánto dura una licencia por maternidad? Cuando excluimos a las mujeres por ser madres (reales o potenciales), lo que estamos manifestando son nuestros propios valores. Unos en los que tanto cada una de nosotras, como todo el resto, vale en tanto engranaje de la línea de montaje que produce los resultados que la compañía precisa.

Necesitamos dejar de pensar (¡nosotras también!), que la generación de los Baby Boomers o incluso la X es “difícil” porque la relación que tienen con la tecnología no es lo suficientemente fluida como para comprender y administrar el mundo actual y sus desafíos, y que esto además genera tensión con los nativos digitales. Necesitamos revisar la idea de que la generación Z es vaga y falta de motivación, que lo único que quieren es viajar por el mundo y ser irresponsables...

La única realidad es que el mundo es diverso per se, en edad, en color, en ideologías, en talentos, en expectativas… lo ha sido siempre y siempre lo será. Para lograr mayor equidad necesitamos ejercitarla de manera más extendida y vigorosa. Porque cuando gana el prejuicio, pierde el talento. Y eso en verdad es una tragedia porque no tiene remedio.

Y, por último, ¿qué derecho tengo a pedir que se me trate de una manera equitativa respecto de mis colegas varones, si no estoy dispuesta a ofrecer yo misma primero dicho tratamiento? Además, ¿con qué argumentos voy a pedirle a un varón que tenga otras actitudes en relación a las mujeres, diferentes a las descritas en esta nota, si yo misma, como mujer, no estoy a mi vez dispuesta a ofrecerlas?

Marilen Stengel* conferencista, escritora, su último libro es El efecto Mujer.