Vivir es responder, eso decía, Víctor Frankl, médico, terapeuta, fundador de la Logoterapia y sobreviviente de los campos de exterminio nazi.
Frankl señalaba que que no somos nosotros los que le hacemos preguntas a la vida, sino que es la vida la que nos hace preguntas a nosotros. Cada mañana, cuando nos despertamos nos aborda y nos dice: ¿qué vas a hacer conmigo hoy? Y nos envía situaciones y nosotros respondemos a esa pregunta fundamental través de nuestras acciones. Por eso para Frankl, vivir es responder.
Responder en primera persona. Y añadía, que cuando estamos en una situación que no elegimos, o en la que podemos elegir muy poco, siempre podemos elegir la actitud con la que vamos a afrontar aquello que jamás hubiéramos elegido.
Frankl sigue siendo un faro que ilumina mucha de la oscuridad que ofrece la experiencia humana en estos días.
Me dedico a entrenar a personas y a equipos para la excelencia en el trabajo. Diseño experiencias de aprendizaje a medida, para que los participantes no solo aprendan y se instrumenten para el trabajo, sino para tener vidas más ricas y llenas de sentido. En este blog exploraremos ideas, conceptos y aprendizajes para cruzar la brecha entre dónde estoy y dónde necesito estar.
martes, 31 de marzo de 2020
miércoles, 25 de marzo de 2020
Una buena siembra
Por Marilen Stengel
A los trece años tuve una experiencia transformadora.
La profesora de Botánica nos propuso hacer una
germinación. Pero no como aquella que habíamos hecho durante la primaria, esta
iba a ser una germinación “científica”: frasquito, secante, algodón mojado
en la base y unos porotos blancos y grandes colocados con cuidado alrededor del
frasco, entre el vidrio y el papel secante. Ubicamos el frasco junto a una
ventana para que le dé el sol.
A la semana de armarla, la germinación ya daba muestras
del milagro. Primero salió la raíz, blanca y curva como un paréntesis gordito,
después el tallo (Hipocólito), después el poroto se abrió en dos (se
desplegaron los Cotiledones), salió otro tallo como una manguerita (Epicólito)
y de allí comenzaron a salir las hojas de un verde recién nacido… Comprender el
proceso, conocer los factores necesarios para que lo vivo pudiera vivir me dejó
sin aliento. Siempre habían estado ahí y hasta entonces yo nunca me había dado
cuenta.
Al mes, le pedí al verdulero de la vuelta que me regalara
un cajón de madera que llené de tierra y en la que planté mis cinco frágiles hijitas.
A los treinta días el cajón, alias almácigo, se había convertido
en un desorden de hojas que arbitrariamente se volcaban en todas las
direcciones. Los tutores de madera que había colocado a cada planta apenas si ordenaban
en algo la explosión de vida. Un poco de tiempo después, aparecieron las vainas
que contenían la silueta de una hilera prolija de porotos, y por primera vez en
mi vida coseché literalmente algo que yo misma había plantado.
La cuarentena que hoy vivimos va a terminar
eventualmente. Todavía no sabemos exactamente cómo va a ser nuestro país y el
mundo cuando efectivamente podamos salir. No podemos calibrar aún la envergadura
de lo que estamos atravesando. Lo único que si podemos saber es quienes queremos
ser cuando volvamos a poder pisar la calle. Quizás por eso, hoy, mientras
caminaba y hacía ejercicio en el balcón de mi casa me encontré haciéndome una y
otra vez la misma pregunta: ¿qué y cómo sembrar en mí las actitudes y acciones que
quisiera ver en otros?
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