domingo, 2 de agosto de 2020

 

 

Autonomía interior: una valiosa competencia

Marilen Stengel*

 

En tiempos en los que el mundo exterior se restringe, como hoy a raíz del COVID-19 y que de alguna manera inaugura “la nueva normalidad”, nos enfrentamos a cambios profundos que afectan no solo cómo trabajamos y estudiamos (y cómo lo haremos de ahora en más), sino como vivimos y nos relacionamos con otros. Estos cambios en el mundo externo, con todo lo dolorosos que son, también traen un regalo, una posibilidad luminosa que en “tiempos normales” pocos de nosotros hubieran considerado con la seriedad necesaria: conocer, habitar y expandir nuestro mundo interior.
Alfred Langle, Logoterapeuta austríaco y escritor, autor de Vivir con sentido, afirmó en una conferencia ofrecida a comienzos de la pandemia, “Cuando el mundo externo se reduce, muchos de los problemas que surgen tienen que ver con que pasamos más tiempo con nosotros mismos y no estamos acostumbrados”. No solo no estamos acostumbrados a estar con nosotros mismos, sino que en muchos casos, por ese mismo motivo,  nos conocemos poco. Porque pensándolo bien, ¿por qué debería resultar cómodo pasar más tiempo con un desconocido incluso si ese desconocido fuera yo misma?
 
Lo cierto es que vivimos a caballo de dos mundos, uno interno y otro externo. El externo, a pesar de su inmensidad y vairedad, es mucho mas pequeño que el que cada uno de nosotros lleva dentro. Este espacio propio e interno es infinito y esta lleno de riquezas, a pesar de lo cual, el que tiende a mandar y marcar el rítmo de todo lo que hacemos es el mundo externo. En este último trabajamos, amamos, nos relacionamos, aprendemos, nos divertimos… Es este mundo externo el que nos saca hacia afuera y nos propone innumerables opciones y experiencias. Y eso no es malo en absoluto. El problema sobreviene cuando de tanto estar afuera nos olvidamos de como es estar dentro, de como era estar conmigo misma, de como es habitarme de manera tranquila y amorosa.
 
Lo cierto es que podemos volver a relacionarnos con esa riqueza si contactamos con tres aspectos que nos conforman: nuestro cuerpo, nuestra psiquis, nuestra espiritualidad.
Para conectar con mi cuerpo necesito volver a sentirlo, reconocer como lo habito, de qué forma le doy lo que necesita (descanso, alimento, ejercicio), en síntesis, las preguntas serían: ¿cuánto escucho los mensajes que me envía mi cuerpo? Y, ¿cómo los atiendo?
Para explorar y reconocer mi mundo psíquico puedo comenzar por preguntarme ¿Soy buena conmigo misma? Si no lo soy, ¿Por qué no lo soy? ¿Cómo dialogo conmigo misma? ¿Me gusta quién soy? ¿Me siento en deuda con otros o culpable por algún motivo? ¿Puedo apreciarme? Las respuestas a estas, entre otras muchas preguntas, nos vuelven a unir con ese universo vasto y rico que es la propia psicología. Me devuelven la sensibilidad respecto de cómo estoy y cómo me siento en dicha dimensión.
Y por último, aunque no menor, esta nuestra dimensión espiritual. Una dimensión que nos relaciona con todo lo significativo y valioso, con aquello que le da profundo sentido a nuestra existencia. Y para abordar este santuario podemos preguntarnos: ¿Qué cosa buena le dio sentido a mi día hoy? ¿Para qué quiero vivir mañana? ¿Quiero vivir como lo hago? ¿Necesitaría cuestionar mi estilo de vida? ¿Aquello por lo que viví ayer, sigue valiendo la pena hoy?
Porque como decía Víctor Frankl, neurólogo, psicoterapeuta y escritor vienés que sobrevivió a varios campos de concentración y fundó la Logoterapia (logos= sentido, terapia= lo que cura: el sentido que cura), toda vida, toda existencia tiene sentido, la tarea humana e individual es descubrir cuál ese sentido. Dicha indagación nos lleva necesariamente a preguntarnos ¿para qué quiero vivir? Y según Frankl ese sentido está relacionado con vivir para algo, para realizar alguna tarea, llevar adelante algún proyecto y vivir para alguien porque mucho del significado existencial se halla en mi vida de relación con otros.
Expandir mi mundo interior me permite, entonces, volver a contactar con ese motivo, con esa fuerza que me tiene conectada y maravillada por la belleza de la aventura que implica vivir.