La
grieta en el trabajo y en la vida
Pocos la mencionan. Nadie quiere escucharla. Ni siquiera
las mujeres la discutimos ni lo suficientemente fuerte ni la cantidad de veces
que hace falta. Lo cierto es que vivimos sobre una grieta que se agranda con rapidez y que amenaza tanto la
sustentabilidad en el trabajo como en la vida familiar. ¿A qué me refiero? A
que la conciliación vida personal-vida laboral es difícil tanto para varones como
para mujeres, aunque estas lleven, lejos, la peor parte. Y ese es el peligro.
Desde hace un siglo a la fecha, las mujeres demostramos
que podíamos ser brillantes científicas, maestras, políticas, artistas,
pilotos, ingenieras, matemáticas, ejecutivas, etc, sin descuidar nuestro rol
doméstico. Sin embargo, hay algo en el corazón de nuestras vidas cotidianas que
sigue sin ser equitativo. Porque si bien las mujeres salimos exitosamente al mundo, a pesar de todas las desigualdades que aún
persisten, y muchas contribuimos con nuestros ingresos al sostén familiar, los varones, nuestros compañeros de vida, no
han hecho aún una entrada equivalente al
territorio doméstico. Ellos aún no han ingresado mayoritariamente a reclamar el
lugar de “co equipers” que tienen dentro de la sociedad conyugal.
La realidad muestra que a pesar de que muchas mujeres
aportan la mitad del efectivo para
sostener los hogares, los hombres no están aún aportando la mitad del afectivo necesario para la gestión de la
familia. Y no lo han hecho por desconocimiento (no saben cómo hacerlo y muchos siguen
sin buscar instrumentarse), y también porque el mundo doméstico ofrece poco
glamur respecto de las tareas a cumplir.
La presión por trabajar y
contener a la familia lleva a demasiadas mujeres a estar al borde de la
sustentabilidad. Lleva a otras a abandonar carreras potencialmente brillantes,
a evitar ascensos que podrían reportarles mejoras salariales… Es por esto que las
mujeres queremos y necesitamos hoy varones con coraje emocional y decisión para
entrar en el mundo doméstico y volverse co gestores de la vida familiar.
Necesitamos que más hombres no sólo cambien pañales, sino que acompañen a sus
hijos, con presencia física y emocional, en el proceso que lleva a estos a convertirse
en seres autónomos. Ninguna mujer puede ser madre
y padre de sus hijos. Queremos y necesitamos compañeros de vida y parejas
dispuestas a enfrentar con amor y presencia el desafío que asumen cada vez que
fundan una familia, tenga esta la forma que tenga. Queremos y necesitamos
varones con quienes podamos realmente ser socios en el cuidado y desarrollo de lo
más precioso que vamos a dejarle al mundo: nuestros niños y jóvenes (tuyos,
míos o nuestros).
A su vez, las empresas y organizaciones tienen ante sí
un enorme desafío porque pueden contribuir y mucho para que esta realidad mejore.
No sólo extendiendo la licencia por paternidad (hoy a un hombre le tocan por
ley dos días ante el nacimiento de su hijo), o la flexibilidad para trabajar
desde su casa cuando estos son pequeños, sino sobre todo combatiendo
estereotipos que vuelven sospechoso a un varón que se va alguna vez del trabajo
“más temprano” a su casa porque llegan los chicos del colegio o porque los
tiene que ir a buscar. Hasta que no se haya trabajado suficiente sobre estos temas,
las políticas de conciliación vida personal-vida laboral que tantas empresas
desarrollan, seguirán haciendo agua con el consiguiente sufrimiento de todos
los niños, mujeres y hombres involucrados.
Marilen , no sera que las mujeres queremos ocuparnos de todo , nos enseñaron a ser todopoderosas, sería bueno pensarlo además quién educa varones las madres
ResponderEliminarMaría, sin duda es una cuestión cultural, por eso es tan importante cuestionar el contextos y las condiciones en las que vivimos. Gracias por aportar!
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