¿Para
qué trabajás?
Por
Marilen Stengel
Era viernes a la noche, habíamos estado explorando en
grupo algunos de los principios básicos de las organizaciones y sus dinámicas
internas. Y la pregunta se hizo presente, ¿para qué trabajás? ¿Para qué trabajo?
La consigna fue hacese esa pregunta cinco veces a partir de la respuesta dada.
Trabajaron en duplas y las primeras respuestas surgieron rápidamente y
propusieron, en muchos casos, lugares comunes, en otros, las respuestas
abrieron espacios profundos de indagación. Lo cierto es que el desafío comenzó
a partir de la tercera reiteración de la pregunta. Una porción importante de
los miembros del grupo tuvieron dificultades para responder de una manera que
los satisficiera. Encontraban que sus respuestas eran medios y no fines, con lo
que siempre se podía seguir respondiendo, sin llegar a un fin último, a un
motivo poderoso en sí mismo.
El tema que propone la pregunta es tan obvio, tan
próximo que por lo general no lo abordamos, o si lo abordamos, tendemos a
hacerlo de forma ligera o superficial cuando en realidad es fundamental no sólo
porque en gran medida el éxito de todas las organizaciones depende de que las
personas puedan alinear su misión personal con la de la empresa, sino porque
esta pregunta acerca a las personas al sentido que cada uno puede encontrar en
aquello que hace todos los días, durante tantas horas.
En tiempos de cambio, en los que la incertidumbre es la
constante, la tensión creativa, como
la llama Peter Senge, que es la capacidad de sostener el esfuerzo sin saber si
llegaremos o no al resultado esperado, es indispensable para inspirar y
persistir en el esfuerzo. La sustentabilidad genuina del trabajo está en el
sentido que encontramos en él, con lo que preguntarnos ¿para qué trabajamos?, puede
ser una costumbre vitalizante.
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