El arte de conducir equipos efectivos
Por
Marilen Stengel*
Hace unos meses, un profesor universitario del área de
Recursos Humanos le pidió a sus alumnos que escribieran a sus superiores una
carta que no enviarían. En ella les proponía que expresaran todo lo que jamás
se animarían a decirles en persona. Los resultados que obtuvo el profesor
apoyan los estudios que señalan que las personas no se van de las empresas u
organizaciones, se van de sus jefes.
Sucede que un conductor de equipo es no sólo quien señala
las metas a alcanzar y la metodología de trabajo a seguir, sino que es también
responsable del clima de trabajo y de motivar a cada miembro de su equipo. Ayudarlo
a comprender cómo contribuye al cumplimiento de las metas de la organización y
también qué beneficios obtiene el colaborador en el proceso. Ocurre que mucho
del malestar que se respira en las empresas y organizaciones tiene que ver con
la pérdida de sentido del trabajo. Las personas saben por qué trabajan (porque necesitan dinero, por ejemplo) pero no
saben para qué lo hacen (qué desean
lograr como personas y como profesionales).
Para contar con un equipo motivado y efectivo, el líder
necesita establecer un vínculo con sus colaboradores, conocerlos, comprender
qué los mueve, que los inspira y mantener con ellos una comunicación asertiva,
en la que se tengan en cuenta tanto las necesidades del colaborador como las
propias y las de la organización. Necesita delegar tareas de manera precisa,
con criterios de satisfacción minuciosos y ejercer un control de gestión
proporcional a la autonomía del colaborador. Muchas de las quejas de los jefes
tienen que ver con que los colaboradores “no hacen lo que se les pide”. Y en algunos casos puede ser cierto, pero en
otros, la comunicación ha sido defectuosa y lo que para uno puede estar “bien
hecho”, para otro puede no estarlo. La delegación es un arte y cuando se pauta una
tarea se debe especificar qué significa exactamente que un trabajo este bien hecho. Es indispensable acordar
criterios objetivos de satisfacción.
Pero además de ser el que propone los desafíos, el líder también
necesita ser capaz de celebrar los logros de un colaborador y del equipo, todos
necesitamos que nos digan, en de vez en cuando: “¡Buen trabajo!”.
Algunos ejecutivos señalan que no tienen tiempo suficiente
para hacer todo esto, pero ¿cuál es la opción? ¿Perder a sus colaboradores y
también todo lo que se ha invertido en ellos en tiempo, en capacitación? ¿Trabajar
en contextos laborales en los que lo único que se espera es el horario de
salida? Las mencionadas son responsabilidades fundamentales de un conductor
efectivo, no cumplirlas atenta contra sus propios resultados. Asumirlos es
parte del desafío de conducir personas y de desarrollar sus talentos.
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