Hembrismo,
Feminismo, Machismo: mas grieta
Por
Marilen Stengel
Hace pocos meses, el Director de Recursos Humanos de una
compañía con la que iba a trabajar, habiendo aceptado mi proyecto para tres
equipos de la compañía, pidió conocerme luego de leer mi cv. Lo alarmó saber
que soy escritora y que seis de mis siete libros publicados están dirigidos a mujeres,
el último, El Efecto Mujer (Lo que
necesitás saber para potencial tu carrera y dejar una huella). Ese líder
temía que fuera feminista, algo que sin rodeo alguno me preguntó cuando nos
reunimos.
Hasta ese preciso momento y esa instancia específica, no
había percibido la dramática magnitud de la confusión y preocupación que los
movimientos femeninos recientes en el mundo y en el país habían causado en los
varones. Yo me preguntaba, ¿cuál es el problema si soy o no feminista? Ese no
es el tema por el que me contrataron.
Afortunadamente, tanto él como yo estábamos abiertos a
conversar y muy pronto quedó en claro cuál es el verdadero fenómeno que está creando
una profunda grieta en los espacios laborales. Y es que lamentablemente hoy en
día se asocia el feminismo con una
actitud anti-varón, despectiva y discriminadora hacia todo lo masculino. Algo
que, desde mi punto de vista, no es propio del feminismo, sino del hembrismo (le debo el término a mi
marido, Sergio Sinay). El hembrismo, como yo lo entiendo, es el espejo del
machismo, su opuesto complementario. Lo replica en su rostro más prejuicioso y descalificador
porque, así como el machismo desprecia y humilla lo femenino, el hembrismo hace
lo propio con lo masculino. Este malentendido me permitió no solo tener una
conversación valiosa, sino promover activamente esta diferencia que no es en
absoluto semántica.
No quiero vivir en un mundo en el que las diferencias se
castigan o se aplastan en vez de celebrarse. No quiero trabajar junto a varones
que temen relacionarse conmigo porque ya no saben ni siquiera si pueden
mantener la puerta abierta para que yo pase.
Así como me resulta absolutamente inaceptable el
machismo, también lo es el hembrismo. Como yo lo veo, si una mujer o un varón
son humillados por su condición de tales, todos perdemos. Porque es
precisamente la existencia del otro (que es siempre diferente en las infinitas
maneras en la que lo humano puede serlo), la que me permite decir, “yo”.
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