lunes, 24 de abril de 2017


¿Los ‘millennials’ solo quieren amas de casa?


Por Stephanie Coontz
3 de abril de 2017 New York Times en Español

Se suponía que los millennials, generalmente definidos como personas nacidas entre 1982 y 2000, eran la generación que forjaría lo que hemos llamado “un nuevo consenso” a favor de la igualdad de género. En febrero, Jeffrey Sachs, el escritor y profesor de la Universidad de Columbia, calificó las elecciones de 2016, donde una candidata femenina extremadamente calificada perdió contra un hombre con un historial de falta de respeto a las mujeres, como “un tropiezo” en el camino a una sociedad igualitaria en Estados Unidos, la cual se alcanzaría una vez que los votantes millennials superen en número a los ancianos conservadores.

Sin embargo, la categoría millennial agrupa a todas las personas de 17 a 34 años, un grupo con variedad de raza, etnia, religión, ingresos, educación y experiencia de vida. No creas ni por un segundo que están unidos. Como revela una serie de informes publicados el viernes por el Council on Contemporary Families (consejo de familias contemporáneas), hay menos millennials jóvenes —de entre 18 y 25 años— que apoyan los modelos familiares igualitarios en contraste con el mismo grupo de edad hace veinte años.

Utilizando un sondeo que ha monitoreado las actitudes de los estudiantes del último año de la preparatoria durante casi 40 años, los sociólogos Joanna Pepin y David Cotter encontraron que la proporción de jóvenes que mantienen opiniones igualitarias sobre las relaciones de género aumentó en Estados Unidos desde 1977 hasta mediados de los noventa, pero desde entonces ha disminuido.

En 1994, solo el 42 por ciento de los estudiantes del último año de preparatoria estaban de acuerdo en que la mejor familia era aquella en la que el hombre era la principal fuente de ingresos y la mujer se ocupaba de la casa. No obstante, en 2014, el 58 por ciento de los estudiantes del último año de la preparatoria dijeron que preferían ese arreglo. En 1994, menos del 30 por ciento de los estudiantes de ese mismo nivel educativo pensaron que “el esposo debe tomar todas las decisiones importantes en la familia”. Para 2014, casi el 40 por ciento se había adherido a esa premisa.

Otro sondeo encontró una tendencia similar, en este caso concentrada principalmente entre los hombres. En 1994, el 83 por ciento de los hombres jóvenes rechazó la superioridad de las familias en las que el hombre sirve de sustento. Para 2014, la cifra de rechazo había caído al 55 por ciento. El desacuerdo de las mujeres disminuyó mucho menos, pues pasó del 85 por ciento en 1994 al 72 por ciento en 2014. Desde 1994, la confianza de las mujeres jóvenes en que aquellas con empleo son tan buenas madres como las que se quedan en casa ha seguido aumentando. De hecho, para 2014, los hombres de 18 a 25 años eran más tradicionales que sus mayores.

Este retroceso en el apoyo a la igualdad de género pudo haber sido un factor en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016, a pesar de que los votantes de 18 a 30 años eran más propensos que cualquier otro grupo de edad a votar por Hillary Clinton.

No solo son los millennials más jóvenes quienes parecen resistirse a continuar con la revolución de género. En general, los estadounidenses de entre 18 y 34 años se sienten menos cómodos que sus mayores con la idea de que las mujeres desempeñen papeles que históricamente tienen los hombres. Además, los hombres millennials son significativamente más propensos que los hombres de la generación X o los baby boomers a decir que la sociedad ya ha hecho todos los cambios necesarios para crear la igualdad en el lugar de trabajo.

¿Acaso estamos enfrentando un estancamiento o incluso un giro en el cambio hacia la igualdad de género? Esa es una posibilidad, especialmente si continuamos fijando nuestras esperanzas en un proceso evolutivo de liberalización generacional. Sin embargo, existen pruebas considerables de que la disminución del apoyo a los modelos domésticos “no tradicionales” se debe a que los jóvenes son testigos de las dificultades experimentadas por los padres en las familias donde hay dos fuentes de sustento. Un estudio reciente de 22 países europeos y de habla inglesa encontró que los padres estadounidenses reportan los niveles más altos de infelicidad en comparación con quienes no son padres, una diferencia que según los investigadores “se explica totalmente” mediante la ausencia de políticas que respalden el equilibrio laboral y familiar.

No es de extrañar que algunos jóvenes piensen que los modelos familiares más tradicionales podrían hacer la vida menos estresante. De manera reveladora, el apoyo a la igualdad de género ha seguido aumentando entre todos los grupos de edad en Europa, donde la norma son las inversiones públicas sustanciales en servicios asequibles y de alta calidad de cuidado de niños, así como las vacaciones pagadas para padres y madres.

La disponibilidad de esas opciones pesa cada vez más por encima del apoyo cultural a los modelos tradicionales de género. Cuando a los jóvenes estadounidenses se les pregunta acerca de sus aspiraciones familiares, la gran mayoría elige compartir el sustento familiar y el cuidado de los hijos si se menciona la opción de políticas de trabajo compatibles con la familia.

Además, las ventajas financieras de las parejas donde ambos son asalariados en comparación con las familias donde solo los hombres sirven de sustento familiar han aumentado considerablemente en los últimos años, y una división desigual del trabajo doméstico se ha vuelto cada vez más dañina para las relaciones. La minoría de parejas que logran dividir las tareas domésticas y la crianza de los hijos también reportan mayores niveles de satisfacción sexual y matrimonial, así como sexo más frecuente, en comparación con los hombres y las mujeres de hogares donde la esposa realiza la mayor parte de los quehaceres domésticos y de crianza de los niños.

Sin embargo, la mayoría de los padres jóvenes no podrán mantener valores y prácticas igualitarias sin mejores políticas laborales y familiares. Debe ser posible alcanzarlas, pues más del 80 por ciento de los estadounidenses —y una fuerte mayoría de ambos sexos— apoya el permiso de maternidad remunerado y el 70 por ciento también está a favor de que se otorgue a los padres. Entre las personas de 18 a 29 años de edad, la cifra se eleva al 91 por ciento para quienes están a favor del permiso pagado para las madres y el 82 por ciento que está a favor del permiso para los padres.

Solo si obtenemos esas reformas podríamos darnos cuenta de un fenómeno: en lugar de que los jóvenes abandonen su idealismo igualitario, lo cual podría suceder según la percepción popular, en realidad más jóvenes podrían adoptar esa mentalidad. Eso crearía la mayor cantidad de modelos familiares igualitarios hasta el momento.

Stephanie Coontz, profesora de historia y estudios familiares en Evergreen State College de Olympia, Washington, es directora de investigación del Council on Contemporary Families y autora de "The Way We Never Were: American Families and the Nostalgia Trap".

sábado, 22 de abril de 2017


El arte de conducir equipos efectivos


Por Marilen Stengel*

Hace unos meses, un profesor universitario del área de Recursos Humanos le pidió a sus alumnos que escribieran a sus superiores una carta que no enviarían. En ella les proponía que expresaran todo lo que jamás se animarían a decirles en persona. Los resultados que obtuvo el profesor apoyan los estudios que señalan que las personas no se van de las empresas u organizaciones, se van de sus jefes.

Sucede que un conductor de equipo es no sólo quien señala las metas a alcanzar y la metodología de trabajo a seguir, sino que es también responsable del clima de trabajo y de motivar a cada miembro de su equipo. Ayudarlo a comprender cómo contribuye al cumplimiento de las metas de la organización y también qué beneficios obtiene el colaborador en el proceso. Ocurre que mucho del malestar que se respira en las empresas y organizaciones tiene que ver con la pérdida de sentido del trabajo. Las personas saben por qué trabajan (porque necesitan dinero, por ejemplo) pero no saben para qué lo hacen (qué desean lograr como personas y como profesionales).  

Para contar con un equipo motivado y efectivo, el líder necesita establecer un vínculo con sus colaboradores, conocerlos, comprender qué los mueve, que los inspira y mantener con ellos una comunicación asertiva, en la que se tengan en cuenta tanto las necesidades del colaborador como las propias y las de la organización. Necesita delegar tareas de manera precisa, con criterios de satisfacción minuciosos y ejercer un control de gestión proporcional a la autonomía del colaborador. Muchas de las quejas de los jefes tienen que ver con que los colaboradores “no hacen lo que se les pide”.  Y en algunos casos puede ser cierto, pero en otros, la comunicación ha sido defectuosa y lo que para uno puede estar “bien hecho”, para otro puede no estarlo. La delegación es un arte y cuando se pauta una tarea se debe especificar qué significa exactamente que un trabajo este bien hecho. Es indispensable acordar criterios objetivos de satisfacción.

Pero además de ser el que propone los desafíos, el líder también necesita ser capaz de celebrar los logros de un colaborador y del equipo, todos necesitamos que nos digan, en de vez en cuando: “¡Buen trabajo!”.

Algunos ejecutivos señalan que no tienen tiempo suficiente para hacer todo esto, pero ¿cuál es la opción? ¿Perder a sus colaboradores y también todo lo que se ha invertido en ellos en tiempo, en capacitación? ¿Trabajar en contextos laborales en los que lo único que se espera es el horario de salida? Las mencionadas son responsabilidades fundamentales de un conductor efectivo, no cumplirlas atenta contra sus propios resultados. Asumirlos es parte del desafío de conducir personas y de desarrollar sus talentos.