jueves, 31 de enero de 2019


Hembrismo, Feminismo, Machismo: mas grieta

Por Marilen Stengel

Hace pocos meses, el Director de Recursos Humanos de una compañía con la que iba a trabajar, habiendo aceptado mi proyecto para tres equipos de la compañía, pidió conocerme luego de leer mi cv. Lo alarmó saber que soy escritora y que seis de mis siete libros publicados están dirigidos a mujeres, el último, El Efecto Mujer (Lo que necesitás saber para potencial tu carrera y dejar una huella). Ese líder temía que fuera feminista, algo que sin rodeo alguno me preguntó cuando nos reunimos.

Hasta ese preciso momento y esa instancia específica, no había percibido la dramática magnitud de la confusión y preocupación que los movimientos femeninos recientes en el mundo y en el país habían causado en los varones. Yo me preguntaba, ¿cuál es el problema si soy o no feminista? Ese no es el tema por el que me contrataron.

Afortunadamente, tanto él como yo estábamos abiertos a conversar y muy pronto quedó en claro cuál es el verdadero fenómeno que está creando una profunda grieta en los espacios laborales. Y es que lamentablemente hoy en día se asocia el feminismo con una actitud anti-varón, despectiva y discriminadora hacia todo lo masculino. Algo que, desde mi punto de vista, no es propio del feminismo, sino del hembrismo (le debo el término a mi marido, Sergio Sinay). El hembrismo, como yo lo entiendo, es el espejo del machismo, su opuesto complementario. Lo replica en su rostro más prejuicioso y descalificador porque, así como el machismo desprecia y humilla lo femenino, el hembrismo hace lo propio con lo masculino. Este malentendido me permitió no solo tener una conversación valiosa, sino promover activamente esta diferencia que no es en absoluto semántica.

No quiero vivir en un mundo en el que las diferencias se castigan o se aplastan en vez de celebrarse. No quiero trabajar junto a varones que temen relacionarse conmigo porque ya no saben ni siquiera si pueden mantener la puerta abierta para que yo pase.

Así como me resulta absolutamente inaceptable el machismo, también lo es el hembrismo. Como yo lo veo, si una mujer o un varón son humillados por su condición de tales, todos perdemos. Porque es precisamente la existencia del otro (que es siempre diferente en las infinitas maneras en la que lo humano puede serlo), la que me permite decir, “yo”.

lunes, 28 de enero de 2019


El décimo hombre: ¿liderar o morir?


Por Marilen Stengel

No conozco a nadie que lo niegue y, extrañamente- en un país en el que los acuerdos son dificilísimos de lograr- una abrumadora mayoría coincide en que vivimos en un mundo VICA (VUCA según las siglas en inglés):

-            Volátil, por los cambios sorpresivos que experimentan los mercados,

-          Incierto, por la falta de predictibilidad,

-          Complejo por la gran cantidad de factores interconectados que generan consecuencias difíciles de anticipar en su totalidad, y

-          Ambiguo, por lo que se requiere estar abiertos a más de una interpretación de la realidad, lo que necesariamente genera cierta opacidad en la decodificación de lo que acontece. 

Vivimos pues en un mundo VICA en el que gran parte de la estrategia de las organizaciones depende de que quienes las lideran sean capaces de pensar y prever los escenarios posibles en los que deberá desenvolverse para no quedar innecesariamente expuestos a la aleatoriedad circundante.

Dentro de un contexto con estas características, la regla del décimo hombre resulta una herramienta de saludable aplicación. Se la define como una táctica del sentido común que dice que cada vez que nueve personas estén de acuerdo en que algo es valedero o cierto, una décima persona debe defender la tesis contraria (aun si no está de acuerdo con ella), a fin de estar mejor preparados ante una eventualidad o tesis improbable.

Esta táctica tiene, desde hace años, una aplicación vastísima y exitosa en el universo de las fuerzas de seguridad y las agencias de inteligencia de todo el mundo. De hecho, en una nota del diario La Nación[i], una subcomisaria que integra la policía porteña, señalaba que en el trabajo en equipo que desarrolla en su área, se busca aplicar esta teoría porque “En muchas oportunidades, esa persona es la que da en la tecla”.  

Sin embargo, para que esta teoría funcione, la diversidad es indispensable. Entonces me pregunto, en un contexto en el que esta no es mayormente ni alentada ni celebrada, ¿estamos realmente dispuestos a hipotetizar a partir de las ideas de otros con quienes no compartimos ni cultura, ni generación, ni género, ni capacidades o conocimientos?

Creo que el que no lo esté, debería sinceramente recordar los efectos de la endogamia.